domingo, 20 de diciembre de 2009

La nobleza gallega en Pazival

El Pazival de Wolfram von Eschenbach nombra en varias ocasiones a Galicia, hecho poco conocido por los estudiosos del Grial, lo cual nos lleva a preguntárnos ¿han leído el Parzival?. En su lugar citan textos de escasa influencia en el ciclo. El Pazival junto con las obras de Chretien de Troyes son el núcleo sobre el que edifica todo el ciclo Artúrico. Como leemos en el texto, uno de los principales vasallos del rey Arturo era un príncipe gallego. Fuente: Parzival de Wolfram von Esechenbach, traducción Editorial Siruela, páginas 206-211.
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"Tras estas palabras se levantó un vasallo del rey, que se llamaba Liddamus. El propio Kyot llama así. Kyot se llamaba también el encantadror y su arte le llevaba a cantar ya narrar de un modo que aún hoy hace feliz a muchos. K yot, que es un provenzal, encontró escrita en árabe esta historia de Parzival. Todo lo que él contó en francés, lo narraré yo en alemán, si no me abandona mi inteligencia.
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Entonces dijo el príncipe Liddamus: «¿ Qué hace en el castillo de mi señor el que asesinó a su padre y le ha traído tal ignominia? Si mi señor es noble y famoso, vénguese personalmente de él. Que una muerte vengue la otra. Creo que ese sufrimiento sería lo justo».Veis ahora en qué situación se encuentra Gawan. Empieza a estar en gran peligro. Pero Kingrimursel contestó: «Quien amenaza tan rápido debe también apresurarse a luchar. Tanto en el tumulto del combate como a campo abierto es fácil venceros .Don Liddamus, confío en proteger bien de vos a este hombre.Os podría hacer lo que quisiera, y no os podríais vengar. Se os ha llenado la boca al hablar. Se os puede creer que nunca vio nadie que lucharais en primera línea, pues os costaba luchar y erais el primero en huir. Todavía sabíais bien ir más lejos: cuando había que atacar, huíais como una mujer. Todo rey que confiara en vuestro consejo tendría la corona torcida. Yo mismo habría atacado a Gawan, el valeroso héroe. Si mi señor lo hubiera permitido, estaba decidido a que se celebrara el duelo. Por su pecado tiene mi odio. Habría esperado de él algo mejor. Don Gawan, prometedme en serio que de hoy en un año, si mi señor os deja vivir, rendiréis cuentas conmigo en un duelo singular. Os desafié junto al Plimizol. Ahora el duelo tendrá lugar en Barbigol, ante el rey Meljanz. Hasta el día de este juicio, en que lucharé con vos en el círculo del combate, tendré que arrostrar muchos peligros, pero vuestra valerosa mano me enseñará lo que es la verdadera preocupación».El valiente Gawan accedió a su ruego y se lo prometió debidamente.
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Entonces el duque Liddamus se dispuso a tomar de nuevo la palabra y empezó a hablar con artísticas frases, que oyeron todos. Cuando llegó su momento de hablar, dijo: «Cada vez que voy a un combate, juzgad vos, señor landgrave, cómo me veis, si participo en la lucha o si huyo cuando la suerte me es adversa, si soy un medroso cobarde o si consigo allí la gloria. No recibo de vos ninguna soldada, pero estoy contento conmigo mismo». Y siguió hablando el poderoso Liddamus: «Si queréis ser don Turnus, dejadme ser don Dranzes, y censuradme si encontráis motivo para ello. Pero no os envanezcáis demasiado pues, aunque sois el más noble y distinguido de todos los príncipes, yo también soy soberano y señor de muchas tierras. Tengo en Galicia, muy diseminados,numerosos castillos, hasta Pontevedra. Aunque vos y todos los britanos me quisieran hacer allí algún daño, no huiría de vos ni un pollo. Ha llegado de Britania aquel al que habéis desafiado. Vengad al señor y pariente, pero no me gritéis a mí. Si alguien mató a vuestro tío, del que yo era vasallo, vengaos de él. Yo no le hice nada. Creo que nadie m acusa de ello. Yo mismo puedo prescindir de vuestro tío. Su hijo debe llevar la corona después de él. Como soberano ya lo considero suficientemente alto. Su madre fue la reina Flurdamurs, su padre Kingrisin y su abuelo el rey Gandin. Os quiero decir además que Gahmuret y Galoes eran tíos suyos. Si no le molesto, desearía recibir de sus manos con todos los honores y con las banderas mi país como feudo. Quien quiera luchar, que luche. Soy indolente en lo que hace a la lucha, pero me gusta oír de ella. Quien luchando consigue la gloria, reciba también la recompensa de las damas. No deseo poner mi vida innecesariamente en gran peligro por nadie. ¿ Por qué habría de ser un Wolfhart? En la lucha tengo un foso en el camino y mis ansias de combate están mitigadas como en el halcón con caperuza.Aunque nunca sintierais inclinación por mí, preferiría hacer como Rumolt, que aconsejó al rey Gunther, cuando partió de Worms hacia los hunos, que tostara grandes rebanadas de pan y las revolviera en el caldero» .El valiente landgrave contestó: «Habláis como muchos saben que habláis desde hace muchos años. Me aconsejáis que haga algo que yo quería hacer desde hace tiempo. Vuestro consejo me vale tanto como si un cocinero aconsejara a los valientes nibelungos cuando marcharon con valentía a donde recibirían su merecido por lo que había sucedido a Sigfrido. Si don Gawan no me mata, le enseñaré lo que es la venganza».
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«Estoy de acuerdo», contestó Liddamus. «Aunque me trajeran y me entregaran todo lo que posee su tío, el rey Arturo, y también los de la India, lo dejaría todo antes de luchar. Conser­ vad la gloria que habéis conquistado. No soy Segramors, al que había que atar para que no luchara. Aun así el rey me tiene en al­ ta estima. Sibeche nunca desenvainó la espada y siempre estuvo con los que huían, pero muchos tuvieron que lisonjeado. Y re­ cibió de Ermanarico grandes regalos y poderosos feudos, sin ha­ ber golpeado nunca un yelmo con su espada. Por vos, don Kingrimursel, nunca arriesgaré mi piel. Ésta es mi firme decisión».
Entonces dijo el rey Vergulacht: «Dejad de discutir. Me mo­ lesta de vosotros dos que tengáis la lengua tan suelta. Estoy de­ masiado cerca de vosotros para que me gritéis así. No es ade­ cuado para mí ni para vos».
Esto sucedió en el palacio, a donde había llegado también su hermana. Junto a ella estaban don Gawan y muchos otros no­ bles caballeros. El rey dijo a su hermana: «Llévate a tu compa­ ñero y al landgrave a tus aposentos. Que me sigan los que quie­ ran para mí lo mejor y que me aconsejen lo que debo hacer».
Ella contestó: «Pon en la balanza también tu fidelidad».
El rey se fue a deliberar. La reina salió acompañada de su pri­ mo, de su huésped y del peso de la preocupación. Con toda cor­ esía tomó a Gawan de la mano y lo llevó a donde ella deseaba tar. Le dijo: «Si no os hubieseis salvado, todo el mundo habría frido una gran pérdida». De la mano de la reina caminaba el oble hijo de Lot, y lo hacía de muy buen grado.
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Enseguida fueron la reina y los dos caballeros a los aposentos de la dama. Los chambelanes cuidaron de que no entrara nadie ás, fuera de muchas hermosas doncellas, que quedaron dentro. reina atendió a Gawan con toda cortesía, pues lo amaba en lo , hondo de su corazón. El landgrave estaba presente, pero no molestaba. Según me dijeron, la noble muchacha estaba muy eocupada por Gawan. Los dos caballeros estuvieron con la . a hasta que el día dejó de luchar y se abrió paso la noche. Era hora de cenar. Unas doncellas de grácil cintura trajeron licor de oras, vino y vino con especias, además de magníficas viandas: faisanes, perdices, excelentes pescados y pan blanco. Gawan y Kingrimursel se habían librado de un gran peligro. Como la reina se lo pedía, comieron tanto como debían, mientras que otros comieron tanto como quisieron. Aunque a ambos les resultaba penoso, Antikonie partió personalmente la comida. A ningún escanciador se le rompieron los cordones de las medias al arrodillarse: eran chicas, de una edad que aún hoy se considera la mejor. No me habría maravillado, y no habría dicho que no, si hubieran cambiado las plumas como el halcón su plumaje. Oíd ahora lo que aconsejaron al soberano del país cuando terminó la asamblea. Había invitado a hombres experimentados, que habían venido a la deliberación. Muchos dieron su parecer, según su leal saber y entender, y se sopesaron los pros y los contras. Entonces el rey pidió que prestaran también atención a sus palabras y dijo: «Cuando cabalgaba en busca de aventuras hacia el bosque de Uichtamris, participé en un duelo singular. Un caballero, al que mi gloria le parecía aquellos días demasiado alta, no vaciló un instante en golpearme y hacerme volar por detrás del caballo. Me obligó a darle mi palabra de que le conseguiría el Grial. Aunque tenga que morir por ello, tengo que cumplir la promesa que obtuvo de mí con las armas. Por tanto, aconsejadme. Lo necesito. Mi mejor escudo frente a la muerte es haberle prometido en su mano lo que os he dado a conocer con mis palabras. Él se distingue por su virilidad y su arrojo. El héroe me ordenó además que, si en el plazo de un año no consigo el Grial, sin malas artes tengo que dirigirme a la dama que ciñe corona en Pelrapeire. Su padre se llama Tampenteire. Tan pronto como la vean mis ojos, tengo que jurarle sumisión. El caballero le comunica que, si piensa en él, aumentará su felicidad y que en su día la liberó de Clamide». Cuando oyeron estas palabras, volvió a hablar Liddamus:
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«Con el permiso de estos señores, hablaré yo ahora. Les pid; su opinión. Don Gawan debe cumplir lo que os obligó a prometer allí aquel caballero. Aletea en vuestra trampa. Pedidle que os jure ante todos nosotros que os conseguirá el Grial. Dejadle partir amistosamente de aquí y luchar por el Grial. Tendríamos que lamentar la deshonra si muriera en vuestra casa. Perdonadle ahora su culpa, pues vuestra hermana siente inclinación hacia él. Ha estado aquí en gran peligro y ahora se dirige a la muerte. En todas las tierras que rodea el mar no ha habido nunca un castillo tan bien protegido como Munsalwasche. A él conduce un escabroso camino de luchas. Dejadle descansar esta noche y comunicadle mañana este acuerdo>>. Los demás consejeros estuvieron conformes, y así conservó Gawan su vida.
Según me dijeron, cuidaron allí magníficamente al valeroso héroe aquella noche y descansó con la mayor comodidad."

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