domingo, 1 de mayo de 2011

El Auge de los Torneos


Todos los caballeros de la Tabla Redonda eran grandes maestros en los torneos, hasta Galaz, a pesar de la condena de la Iglesia. La concurrencia de caballeros procedentes de todos los reinos cristianos a los torneos favoreció la unificación de los rituales de la caballería. El constante aumento en popularidad y prestigio de los torneos, a pesar de las censuras de la Iglesia, nos da la medida de la expansión de los valores y actitudes caballerescas, independientemente de la opinión de la Iglesia. Las primeras menciones de los torneos aparecen a principios de 1100, no siendo aludidos en los cantares de gesta. Otto Freising menciona un torneo en Wuzburgo en 1127.
 En el II Concilio de Clermont en el año 1130 se produjo la condena del papa Inocencio II, ordenando que los caballeros que falleciesen en los torneos no se les diese entierro cristiano. El arzobispo de Wichman, Sajonia, al conocer que en un año habían fallecido 16 caballeros, excomulgó a todos los participantes. Un hecho destacado es que los mecenas de la literatura caballesca cortés lo son también de torneos: Enrique de Champaña, Felipe de Flandes, Leonor de Aquitania y sus hijos, Federico Barbarroja, etc.

Guillermo el Mariscal nos explica que los torneos del siglo XII eran tan violentos que apenas se diferenciaban de una batalla. Los torneos importantes se anunciaban dos o tres semanas antes y se limitaba la zona de lucha a dos municipios colindantes. Se establecían lugares de refugio donde los caballeros podían cambiarse de ropa, alimentarse y curarse las heridas. En los primeros tornes no se menciona la figura del árbitro y todas las armas estaban permitidas a excepción de las saetas. Los vencedores se quedan los caballos y armaduras de los derrotados y se pedían fuertes rescates. 

Las justas del siglo XII eran encuentros individuales entre caballeros, se solían hacer sin el menor orden, fueron un precedente de la carga de caballería entre dos equipos. Con el tiempo las justas ganaron prestigio y se organizaron con reglas detalladas. Si el torneo era buscaba ser semejante a una batalla, la justa equivalía al duelo entre caballeros. Estas solían hacerse delante de unas gradas, ocupadas  por damas y grandes señores, los caballeros cargaban con la lanza en ristre desde los extremos opuestas de la liza. En el torneo de Chauvency de 1285 hubo justas los dos primeros días, reservándose el jueves para el torneo, el momento cumbre del acontecimiento. Ante todo, los torneos eran sin duda un buen entrenamiento para la guerra y quizá este entrenamiento pudiera ser el secreto de su origen.
Enrique de Laon criticaba los torneos de finales del siglo XIII, porque los caballeros acudían a ellos en busca de botín, por encima de medir su destreza en la caballería. Los rescates, la venta de caballos y armaduras capturadas eran para los vencedores una fuente de riqueza y prestigio social. Guillermo el Mariscal es un claro ejemplo, un noble de escasa fortuna, en la primavera de 1177, él y Roger de Gaugie, también miembro de la casa del joven Rey Enrique, decidieron ir juntos a participar en torneos, compartiendo el botín. En diez meses capturaron y pidieron rescate por ciento tres caballeros. Cuando Guillermo el Mariscal perdió el favor de los Angevinos, en 1180, ya tenía renombre por su valor, gracias a los torneos, recibiendo propuestas para entrar al servicio del conde de Flandes y del duque de Borgoña. No aceptó estas ofertas, pues confiaba en recuperar el favor de su antiguo señor. Los grandes señores asistían a los torneos en busca de buenos caballeros para sus mesnadas.

Con el tiempo solo los caballeros que podían probar su ascendencia noble serían admitidos en los torneos. Al finalizar el siglo XIII, los heraldos hacían listas de los caballeros (y sus blasones) que habían participado en los torneos más célebres. En Alemania se impuso la norma por la cual solo los caballeros que demostrasen que sus antepasados habían participado en torneos durante cincuenta años podían participar. En Sicilia el caballero que deseaba participar en un torneo debía probar su nobleza por los cuatro costados. La caballería era consciente como los burgueses intentaban infiltrarse en su clase. En los Países Bajos, la creciente popularidad de los torneos urbanos organizados por los burgueses más ricos empezaba a competir en prestigio. En la ciudad de Lille se celebraba la fiesta de la Espinette, en Magdeburgo se realizaba un torneo con ropajes artúricos, mostrando los burgueses cualidades, modales y refinamiento propio de la clase ecuestre. Los heraldos registraban los escudos de los vencedores de la fiesta de Espinette y en algunos casos los reyes de Francia o los condes de Flandes los habían ennoblecido. La primera referencia a un torneo con ropajes artúricos fue en Chipre en 1223, con ocasión de armar  caballero al hijo de un cruzado, el barón Juan de Ibelin, señor de Beirut. En el siglo XIII los torneos de la Tabla Redonda se representaban en España, Inglaterra, Francia y en los Países Bajos, no era muy corriente el uso de indumentaria artúrica. Se organizaban bailes y cortejos. En estos torneos, las armas empleadas estaban rebajadas. En 1284, Eduardo I, celebró una Tabla Redonda para celebrar la conquista de Gales.

En un primer momento, la Iglesia se opuso firmemente a los torneos. Inocencio II los condeno en el canon noveno del Concilio de Clermont de 1130, prohibiendo a los caballeros fallecidos a causa de un torneo recibir un entierro cristiano. Juan XXII suprimió los torneos en 1316, predicándose por toda Europa la prohibición. El coste económico de participar en un torneo aumentaba de tal forma que en tiempos de Enrique de Laon los caballeros ricos debían pedir préstamos para participar en los torneos, siendo imposible que un caballero pobre llegase a participar sin el apoyo económico de un magnate.
Para la Iglesia los torneos eran causa de derramamiento inútil de sangre, fomentando el culto a la violencia, obstáculo para la misión del Príncipe de la Paz y de sus vicarios. El patrocinio de torneos ofrecía a los señores locales (condes, duques, ricoshombres, etc.) una ocasión de mostrar su poder, rivalizando con el rey, fortaleciendo su señorío sobre sus vasallos y dándoles ocasión de probar sus destrezas con las armas. En muchos torneos se reunían señores díscolos con el monarca y se planeaban guerras civiles. Así en 1312 los grandes señores de Inglaterra movilizaron sus fuerzas con la excusa de un torneo, prendiendo al favorito de Eduardo II, Piers Gaveston.